El fútbol sala no es nuevo, pero sí muy poco conocido en Matanzas, una provincia que solo participó en varios campeonatos en el pasado y desde hace seis años ha sufrido un declive, así como la ausencia de jugadores profesionales o de alto rendimiento.
Este año se tomó la alternativa de reclutar jugadores de escuela y otros tantos de la calle, novatos con deseos de formarse como atletas del Futsal al más alto nivel. El equipo actual está conformado por 15 muchachos de diferentes municipios.
Cuando empezaron solo eran jóvenes que de una forma u otra se les daba bien el juego, ansiosos por “comerse el mundo” al enterarse del Campeonato Nacional.
Matanzas hacía varios años no participaba, y a ellos no les importó demasiado las condiciones físicas, ni médicas, ni alimentarias, ni de transportación. Sabían que tenían un buen entrenador, con muchas ganas de enseñar y potenciarlos.
No obstante, siempre hubo mucha disciplina por parte de los médicos, el fisioterapeuta que estuvo al tanto de los estiramientos antes y después de un partido, de la fricción con hielo luego de una jornada considerable de trabajo.
A quienes residían en municipios lejanos nunca se les consiguió un lugar donde alojarse, tuvieron que acudir a métodos poco ortodoxos y depender de favores de muchas personas.
Las pelotas eran insuficientes y a las existentes hubo que realizarles arreglos para utilizarlas, algo que les entorpecía el trabajo. Así se adaptaron y aprendieron a estar preparados para todo.
El plato fuerte de este difícil camino fue el transporte. Las largas caminatas forman parte también de sus victorias en el tabloncillo. En ocasiones, con un saco de seis pelotas al hombro y el tanque de cinco litros de agua, esperaban por algún transporte, guagua o camión, dispuesto a llevarlos a su destino donde entrenaban bajo el sol picante.
Esta situación, por supuesto, costaba tiempo de entrenamiento y el desgaste era mayor, tanto físico como psicológico, pues las frustraciones asoman cuando la falta de apoyo es frecuente.
La ausencia de uniformes en los primeros momentos marcó mucho la forma de pensar de los jugadores. Los recibieron el día del primer juego, lo que impidió que tuvieran la oportunidad de ajustarlos a sus respectivas tallas. Sin embargo, fue emotivo para ellos portar aquellas prendas rojas con la insignia de Matanzas.
UN CAMBIO RADICAL
Atravesando problemas transcurrió la preparación y tres meses antes de la competencia llegó un entrenador oriundo de Calimete, la estrella del Futsal de Cuba, Eduardo Morales, para hacerles entender que un buen equipo se forja de experiencias, duras batallas y momentos difíciles.
Cuando solo faltaban dos meses para el campeonato, por fin, se pudo conseguir acceso al tabloncillo de la Eide Luis Augusto Turcios Lima, no era la mejor sala pero tenía más comodidad.
Dos días antes del primer encuentro oficial, entrenaron en el terreno en donde de verdad se juega fútbol sala. Uno de los integrantes sugirió que para que los zapatos no resbalaran le echaran agua con azúcar, a partir de ese entonces, para cada partido oficial, los entrenadores llevan la “poción mágica”, como le llaman.
VICTORIAS, DERROTAS, GOLES Y ASISTENCIAS
En los partidos oficiales, se transformaban en una familia donde predominaba la unidad y hacían valer el esfuerzo realizado. Cada gol lo celebraban, pero cada fallo lo aplaudían y decían: “Buena esa, para la próxima”.
Trabajaban en colectivo pero hacían la parte individual. Así se destacaron Alejandro Luis Díaz (5), Javier Rubí Corría (4) y Alejandro Fidel San Martín Thondike (3), como jugadores con más goles del conjunto, el cual cuenta en general con 16 goles en la primera fase.
Luego de tantos problemas, Alejandro Díaz logró ser el máximo goleador del equipo, definió el pase a la segunda fase con un gol en el último minuto, una diana de empate necesario. Fue así como quedó con el sobrenombre de “pie santo”. No hay un balón que le pasen que no sea gol; tiene un tiro a puerta perfecto ligado a una definición incomparable.
Thondike, con esa potencia en disparo, anotó varios goles también, fue el creador de las mejores jugadas, el de los pases perfectos, el del regate sin barreras y un defensor imparable, no hay quien le siga el ritmo.
El portero Omar Junco Álvarez, la estrella de casi todos los partidos, posee un excelente reflejo y un nivel enorme de rapidez. Lo catalogaron como el más concentrado. Jugaba cada partido como un entrenamiento más, sin presión y con una confianza increíble.
Mendy, el menor de todos, al principio era el único que marcaba, después hacía jugadas, pero nunca lograba finalizarlas, un regate y rapidez incomparables. Preocupado por cuándo le iba a caer el gol, muy desconcentrado algunas veces, pero otras salía a comerse el mundo. Así consiguió ser seleccionado para el Sub-20 en La Habana.
Lograron clasificar con siete puntos, junto a Cienfuegos, y pasaron a la segunda fase, que se desarrolla en estos momentos y en la cual no han obtenido victoria, aunque poseen refuerzos de La Habana y Villa Clara. El rigor de esta etapa le pasa factura a un equipo joven e inexperto, que sufre además varias ausencias por lesiones, problemas familiares o abandono de la competición.
No obstante, el Futsal de Matanzas tiene la sangre que ningún otro posee, por eso se autonombraron “La furia roja”. Aprendieron a ser mejores personas, a jugar limpio, a darse la mano después de cada partido y, por supuesto, a vencer a los contratiempos dentro y fuera del terreno. (Por: Roxana Rodríguez Martínez, estudiante de Periodismo. Fotos de la autora)