Una publicación circula por Facebook en homenaje a las enfermeras. A esas especies de hadas madrinas que hacen hasta lo imposible para ayudar a los pacientes y sus familiares.
Y aunque imagino que el fragmento traído a la red social obedezca a que este 3 de junio se celebra el Día de la Enfermera Cubana, cualquier momento es ideal para reconocerlas.
No caben dudas de la abnegación, la entrega y el humanismo con que trabajan a diario, tesón multiplicado durante la etapa de pandemia.
También por eso, la conmemoración adquiere una connotación especial en estos tiempos, pues Victoria Brú Sánchez, la mártir de la enfermería nacional a cuyo natalicio se rinde tributo con la conmemoración, perdió la vida mientras cumplía con su deber en Cienfuegos durante la influenza que afectó al mundo entre 1918 y 1919.
En esa provincia, la letal enfermedad atacó con más fuerza, sin embargo, Victoria jamás se rehusó a asumir sus responsabilidades por miedo al contagio. Recogía a las personas enfermas en ambulancia y luego las atendía en salas que había ayudado a abrir con recursos que ella misma gestionaba.
En ese contexto, contrajo una forma leve de la enfermedad, que superó. Luego, ante el incremento de enfermos fue llamada a contribuir otra vez por el director del Hospital Civil de Cienfuegos, donde laboraba. Victoria no se negó, pero su organismo, debilitado, sufrió una recaída con una forma grave de la influenza y el 7 de diciembre de 1918, a los 42 años, murió.
Su legado perdura en el ejemplo cotidiano de nuestras enfermeras quienes, junto al resto del personal de la Salud, ha estado firme, sin vacilaciones, en esta lucha campal contra la covid-19. Por eso, llegue a ellas el reconocimiento y la gratitud eterna de su pueblo.
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