«¿Todo eso es tuyo? Mami, tanta carne y yo con hambre. Si cocinas como caminas me como hasta la raspita. ¿Quién fuera esa mochila para estar sobre tus?…» Con frases como estas e, incluso, mucho más agresivas, tienen que lidiar la mayoría de las mujeres en su transitar cotidiano. Piropos, que lejos de causar sensación de halago, son una forma más de acoso.
Suele verse como la manera de resaltar la belleza de otra persona. Quienes así piensan, evidentemente no han lidiado con la incomodidad que generan los susurros de un desconocido al oído; o sentirse desnuda ante las miradas indiscretas, y acechada con la vulgaridad de las palabras. Cierto es que la creatividad tiene rienda suelta en las calles cubanas si de piropos se trata, pero no por la jocosidad de las frases el tema se vuelve gracioso.
La idea de que es normal que un hombre piropee en la calle a una mujer, constituye una expresión cultural del machismo. La reafirmación de las mujeres como tal, no depende del reconocimiento social de su belleza. ¿Qué derecho tiene otra persona, sea conocida o no, de exaltarle sus rasgos físicos de manera burda en cualquier lugar o circunstancia?
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Para los que entienden esta práctica como sana, basta ver cómo rara vez un hombre se atreve a decirle piropos a una mujer que va con un acompañante masculino. Nada más obvio, para saber que el respeto entre hombres existe, y que nuestro sexo vuelve a quedar sujeto a mandatos machistas.
Abundan los que no solo se quedan al margen de las palabras, sino que rozan o tocan mientras nos vocean encima. Y como si fuera poco, hay que escuchar a muchos, incluso féminas, defender el hecho de que la forma de vestir de la mujer puede provocar a los hombres y desencadenar actitudes como estas.
Somos libres de vestirnos como deseemos, claro está que hay que saber lidiar con la estética y el buen gusto, pero de ahí a responsabilizarnos por el acoso callejero, va un largo trecho minado de estereotipos sexistas. Es fundamental conservar el respeto a la individualidad e integridad de los seres humanos, para que cada quien decida qué hacer con su cuerpo, quién lo toca o no.
La campaña Evoluciona: el acoso te atrasa, desarrollada en el período 2018-2022, visibilizó las formas de violencia más sutiles o simbólicas, en busca de transformar imaginarios colectivos en torno a las creencias sobre el control del cuerpo y las relaciones sociales de las mujeres. Uno de sus mensajes principales era reflexionar sobre la institución de los piropos como algo normal.
Con un amplio apoyo audiovisual abordó la violencia de género desde otros puntos de vista, y demostró la importancia de cambiar los modos de pensar en torno al tema. A pesar del gran alcance que tuvo la campaña, sobre todo en las nuevas generaciones para quienes estuvo dirigida, mucho falta por hacer en este sentido.
Sin lugar a dudas existen mujeres que también piropean a los hombres en las calles, sin embargo, se ha vuelto común ver a más de una dama cambiar de senda o acelerar el paso para huir de halagos “indefensos”. La sociedad debe concebir el piropo como una expresión no solicitada, y por tanto incómoda y propia del acoso.
(Lisandra Verdecia Morales)
Estimada Lisandra:
Es posible que mis criterios sean extemporáneos, soy ya de la tercera edad, y hay modernismos con los cuales no comulgo con facilidad. Usted en su escrito asume el concepto en boga de que el piropo es una manifestación de la cosificación a la que son sujetas las mujeres, fomentando que se les vea como objetos de placer del hombre, lo que perpetúa los roles inequitativos de género y abre el camino a la violencia. Quizás hoy tenga plena vigencia, entrelazados con estándares socializados a través del vigente código de las familias, y asentados en la realidad cotidiana de la pérdida de valores positivos. Pero en mi lejana juventud, se asumía como el uso más habitual para expresar el afecto hacia las personas, habitualmente hacia las féminas, muchas veces como forma de iniciar una relación, ligar, mediante el uso de frases inteligentes, intencionadas, pero tratando de no ser cargantes o molestos en el decir. Había desde piropos ingeniosos hasta deseperados, pero la excepción era el piropo descarnado, hiriente, violento, el cual, con usted coincido, hoy ha desplazado al resto, y su faz descarnada da origen a criterios y escritos como el suyo.
A fuer de recordar, adjunto una muestra de algunos de los más conocidos en aquellos tiempos que refiero:
El amor será ciego, pero hay que ver lo mucho que alegras la vista
Desearía que dejes de estar en mis sueños para que entres en mi realidad.
Quien fuera caramelo para poder derretirse en tu boca
Si un día olvido lo hermosa que eres, ayúdame a recordarlo con la luz de tu sonrisa y el sabor de tus labios
Eres la forma más bonita que ha tenido la vida de enseñarme que vale la pena arriesgarse a amar.
¿Estás cansado/a? -No, ¿por qué? -¡Por qué llevas toda la noche dando vueltas por mi cabeza!”
Si ser sexy fuese un delito, te pasarías la vida en la cárcel.
¿Tienes un vacío en tu vida que pueda llenar?.
¿Crees en el amor a primera vista, o debo pasar por delante de ti otra vez?.
Si fueras una canción, serías el mejor tema del álbum.
No me gusta el chocolate pero, por ti, ¡me haría adicto!
Quién fuera esa copa para besar tus labios…
¿El amor es ciego? … Desde que te ví, se me empañaron los ojos
Estoy a dieta pero, por ti, haría una excepción ¡bombón!
Estáte quieto/a que quiero hacer una foto a este pedazo de monumento
Por ti subiría al cielo en bicicleta y bajaría sin frenos
Crees en el amor a primera vista o tengo que volver a pasar?
Mátame si no te sirvo, pero pruébame primero
Y por último, algo más extenso, pero dicen que exitoso:
Disculpa, es que eres tan guap@ que se me olvidó lo que iba a decir. No sé si soy tu tip@ pero, ¿te parece si nos damos una oportunidad para averiguarlo? Yo no tengo la culpa de que me gustes. En todo caso la culpa es tuya por tener todo lo que me encanta.