Al este de la Bahía de Cochinos, entre los bosques que rodean el camino que conecta a los poblados Los Hondones y Cayo Ramona se encuentra un sitio de gran relevancia tanto por su belleza paisajística como el alto endemismo de la flora y fauna. Para los que de una forma u otra adoran los relatos de aventuras, este emblemático espacio parece haber servido de inspiración a los autores más prolíferos en la materia. En él hasta el silencio provoca cierta misticidad para dejar volar la imaginación y situarse en los períodos precolombinos, cuando el hombre cenaguero se movía de un extremo a otro por los cenotes y pequeños canales de Los Sábalos del Jiquí, nombre que, respetando terminologías aborígenes, perdura hasta nuestros tiempos.
Para llegar a descubrir toda la magia que encierra, no solo basta con acceder a las bellas dolinas inundadas, sino que es necesario transitar por otros largos canales que los hispanos asentados en sus márgenes supieron construir con el objetivo de extraer maderas preciosas y producir carbón vegetal; canales que, con sus lianas o bejucos que cuelgan a modo de cortinas, parecen invitar al visitante a iniciar un viaje hasta el corazón de la mismísima Ciénaga de Zapata.
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Resulta común escuchar durante casi todo el día el canto de las aves más pintorescas de nuestra bella isla en las cercanías del río que lleva por nombre Los Sábalos, las que, impulsadas por la humedad, buscan en la copa de los árboles el calor que se ausenta en las capas más bajas del bosque, reservado para otros animales, entre los que se cuentan reptiles que con frecuencia se les ve merodeando sus márgenes en busca de alguna presa. Muy cerca una pequeña sabana ofrece un contraste de colores totalmente diferente, donde la luz a modo de túnel se refleja en la espesura del bosque que la antecede para otorgarle mayores atractivos a la naturaleza circundante.
Dado los grandes valores que atesora, numerosos hombres de ciencia, especialistas en conservación, naturalistas, historiadores y hasta amantes de la naturaleza por muchos años expresaron debía ser declarado el lugar como área protegida de significación nacional. Felizmente durante el año 2019 comenzó un proceso investigativo por parte de especialistas de la UEB Silvícola de la Conservación de la Empresa para la Conservación de la Ciénaga de Zapata, la cual motivó a las autoridades competentes a tener en cuenta las recomendaciones dadas, para lo cual el 28 de octubre de 2021 se declaró por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros el Área Protegida Refugio de Fauna Sábalos del Jiquí. Hoy se trabaja en varias direcciones, con la finalidad de mantener a buen resguardo este patrimonio natural y además histórico -cultural, pues el hombre también dejó a su paso numerosos vestigios y costumbres que perduran en los pobladores más cercanos. Uno de los logros, lo constituyó la creación del primer sendero eco-arqueológico del hombre pre-tribal cenaguero conocido popularmente como Guayabo Blanco, con gran aceptación a todos los niveles, como una alternativa para el desarrollo sostenible en el territorio.
Aún se evalúan otras acciones, tanto de conservación de la vida silvestre como ecoturísticas en la zona, dado el potencial que existe para que tanto el paisaje como la flora y fauna que allí se refugia, continúe sirviendo al hombre cenaguero de estos tiempos, celoso cuidador de la mayor riqueza que tiene. Deudas pendientes quedan por saldar y desde luego poco a poco saldrán a la luz ideas renovadoras que beneficien a las comunidades, nuevos proyectos se piensan desde la integración para contribuir a la salud y bienestar de los ecosistemas, donde el hombre es clave como ente regulador y parte de todos los procesos.
Por el momento solo queda invitarles a que disfruten en unión de especialistas, la fabulosa experiencia de vivir la Ciénaga por dentro. ¡Ah! Eso sí, si llegas a decidirte por esta aventura, no olvides que puedes sentirte atrapado por el encanto del pantano, así que prepárate ante la posibilidad de no querer regresar, al menos no inmediatamente. (Yoandy Bonachea Luis)