El 14 de junio de 1845, en un humilde hogar en Santiago de Cuba, Mariana Grajales y Marcos Maceo celebraron el nacimiento del primogénito de los nueve hijos del matrimonio, al que nombraron José Antonio de la Caridad, y quien junto al resto de sus hermanos tendría como entorno formador las estribaciones de la Sierra Maestra.
Precisamente allí, en la finca familiar de Majaguabo, el padre enseñó a los varones el arte del combate al machete en pleno campo.
La excepcional pareja inculcó a sus descendientes valores éticos, entre ellos amor filial, honradez, dedicación al trabajo, valentía, solidaridad y sobre todo un profundo sentimiento antiesclavista e independentista.
En ese extraordinario ambiente, iniciada la Guerra de los Diez Años en 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, la madre hizo jurar a sus hijos ante un crucifijo que lucharían por la independencia, compromiso al que fueron fieles incluyendo al progenitor, quien herido de muerte pidió a uno de ellos que le expresara a Mariana que había cumplido con ella.
Antonio Maceo, desde el primer día como soldado mambí, puso de manifiesto su arrojo en el combate, junto a un talento innato como jefe sagaz e imbatible que fue ascendiendo grado a grado hasta obtener las estrellas de General.
Su trayectoria quedó marcada en su cuerpo por 27 heridas de bala y arma blanca, a lo largo de más de 600 enfrentamientos.
También sufrió los prejuicios del racismo de la época, y hubo quienes intentaron presentarlo solo como el fiero luchador.
Cualquier duda de su genialidad como pensador y estratega se difuminó por su oposición, cuando contaba 32 años de edad, a la rendición que significaba el Pacto del Zanjón, ante el cual se alzó la intransigencia de Maceo en la Protesta de Baraguá, una de las páginas más gloriosas de nuestra historia, al decir de José Martí.
El Titán de Bronce y sus compañeros salvaron, en ese heroico acto, el ideal independentista del lodo de la traición e hicieron posible la continuidad de la gesta en la concepción de la Guerra Necesaria organizada por Martí en 1895, la que tuvo nuevamente el pensamiento y el brazo del insigne patriota.
Al frente de una columna invasora arribó en 1896 a Mantua, en Pinar del Río, para llevar la guerra a toda la Isla y realizó junto al Generalísimo Máximo Gómez lo que se consideró, por reputados especialistas militares de la época, el hecho de armas de la centuria al atravesar la nación, estrecha y ocupada por más de 300 mil efectivos del ejército hispano.
Su sentimiento antiimperialista estuvo muy claro cuando se encontraba de visita en Cuba en 1890, y mientras participaba en un homenaje un joven insistió en la idea de la anexión a los EE.UU. como solución a los problemas del país, a lo que Maceo contestó que ese sería el único caso en el que tal vez estaría al lado de los españoles.
Rechazó considerar al vecino del Norte como presunto aliado, cuando muchos lo consideraron y en ese sentido le advirtió a un oficial del Ejército Libertador que: “…todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
La vocación latinoamericanista e internacionalista se hizo palpable en su propósito revelado en carta a un amigo en 1884, a quien le dice que después de lograr la independencia de Cuba solicitaría permiso para liberar Puerto Rico, «…pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América».
El Mayor General del Ejército Libertador tuvo coincidencia absoluta con José Martí quien, horas antes de dar su vida por la Patria, en carta a Manuel Mercado el 19 de mayo de 1895, reconoció estar en condiciones para cumplir su deber de “…impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.
Maceo no escapó al destino de los de su estirpe de sucumbir en el campo de batalla, como lo vaticinó en más de una ocasión a sus compañeros de armas, y el 7 de diciembre de 1896 libró su último combate en Punta Brava.
Pero su obra no sería olvidada, y su legado fue compartido por otra figura excepcional de la historia latinoamericana, Ernesto Che Guevara, quien nació también un 14 de junio pero 83 años después en Argentina, y enfrentó al imperialismo estadounidense, el mismo que Martí vislumbró y Maceo rechazó instintivamente cuando ya era un peligro en acecho para Nuestra América. (Tomado de la ACN)