
En la noche del 14 de abril de 1912, el lujoso trasatlántico RMS Titanic colisionaba con un iceberg, y a las 2:20 de la madrugada siguiente se hundía en las frías aguas del Atlántico norte, ahogándose más de 1 500 personas.
El 1 se septiembre de 1985, el oceanógrafo estadounidense Robert Ballard localizaba sus restos sumergidos a más de 3 800 metros de profundidad.
Dos años después y hasta la fecha, se han realizado múltiples inmersiones al pecio, recuperando objetos y pertenencias que, supuestamente, solo podían ser vendidas a museos, excepto los trozos de carbón, los cuales podían comercializarse como suvenir.
En ocasión del centenario del fatídico suceso, miles de evidencias fueron subastadas en la ciudad de Nueva York, entre estas, los supuestos prismáticos del vigía del barco.Mucho menos conocidas resultan sus “huellas” en Matanzas. El 6 de mayo de 1912, según información localizada por el investigador y conservador de la ciudad, Leonel Pérez Orozco, se oficiaba una Santa Misa y Responso en la Catedral San Carlos Borromeo, para el eterno descanso de las almas desaparecidas en la tragedia.

Por su parte, conocemos que el acaudalado industrial y “Rey del Chocolate” Milton Hershey, financista del ferrocarril eléctrico Habana-Matanzas, pasaje en mano para el día del viaje mortal, desistió a última hora de embarcar en el navío.
En el año 2009, una pequeña embarcación de madera y cinc, nombrada Titanic, surcaba cada atardecer las aguas de la Bahía de Cochinos, Ciénaga de Zapata, en labores de pesquería. Propiedad de Duniesky Almeida y Jorge Caboverde, vecinos de Calimete, estos confiaban en no correr igual suerte que la del gigantesco buque británico.
Por último, en el 2022, era inaugurada una Exposición, en la Oficina del Conservador, relativa al afamado barco y su triste final. Entre los objetos expuestos, se encontraban fragmentos de carbón, recuperados en una de las inmersiones de las calderas del pecio y comprado 10 años atrás en Nueva York, por el reconocido investigador Johanset Orihuela; quien con posterioridad se lo obsequiaba a Pérez Orozco, “guardián” de la Atenas de Cuba.