Caminar hacia la equidad de género, un debate más que necesario

Todavía hoy cuando el diálogo en torno a los temas de género en Cuba se consolida, cuando desde columnas editoriales, programas de radio, pódcast o materiales audiovisuales se dejan claras las brechas por solucionar y se visibilizan los muchísimos puntos de la agenda feminista cubana, persisten quienes cuestionan el tema, o sus abordajes, por aquello de que las cubanas “ya tienen todos los derechos”.

Vamos a dejarlo claro desde ahora: en nuestro país todavía queda mucho trecho por andar en cuanto a equidad de género. Sí, aunque las mujeres sean mayoría en el parlamento, tengan acceso al empleo o reciban igual remuneración por este. Aún cuando en materia de derechos sexuales hayamos conquistado importantes logros y a pesar del elevado nivel profesional de las cubanas. Ojalá las cuentas fueran tan sencillas.

Porque detrás de esos argumentos, defendidos por quienes, además, nos tildan de extremistas feminazis, locas o histéricas, se encuentran no pocos prejuicios y muchísimo desconocimiento sobre qué es el feminismo o lo que defiende; y, en esencia, múltiples rezagos del machismo, que por cierto también afecta a los hombres.

Basta con echar un vistazo a la Encuesta Nacional de Igualdad de Género (Enig) de 2016, para empezar a entender las diferencias cuando de trabajo de cuidados y labores domésticas no remuneradas se trata. Dicho estudio arrojó que son las mujeres quienes más horas dedican a esta actividad, 36,97 horas promedio semanales frente a las 22,16 realizadas por los hombres. Y no, no basta con salir de la casa para cambiar esta realidad, pues, aún empleadas, ellas continúan asumiendo en mayor medida el “trabajo de la casa”.

Hablamos de dobles y triples jornadas que sobrecargan y que terminan en muchos casos limitando su crecimiento profesional y el acceso a cargos de dirección a pesar del elevado nivel profesional. 

Las cubanas representan más del 80 % del sector educacional. En el sistema de salud el 60,2 % de los médicos son mujeres, así como el 78,5 del total de los trabajadores del sector y el 48,6 de los dirigentes del sector estatal civil. Sin embargo, las cifras disminuyen proporcionalmente en el acceso de las mujeres a los más altos niveles en la pirámide de responsabilidades bajo el denominado “techo de cristal”, realidad que aunque invisible no podemos ignorar.

Se trata de una de las principales contradicciones de nuestra sociedad: el alto nivel educacional alcanzado por las mujeres y la baja representatividad de estas en los más altos niveles de dirección, una línea aparentemente ignorada o desconocida por quienes todavía dicen que no es preciso reflexionar sobre el asunto.

Es necesario y se hará, porque mientras se ignoren las teorías feministas y se desconozcan las desigualdades, se perpetúan los roles que imponen altísimas cuotas de sacrificio para que las mujeres participen en la vida económica y social y cumplan con las jornadas laborales, que no toman en cuenta tampoco tales disyuntivas.

Habrá que seguir exigiendo leyes más sólidas y protección mientras mueran en Cuba mujeres por el hecho de serlo a mano de exparejas, o se contabilicen víctimas de la violencia, en sus múltiples expresiones, un flagelo que sufren o han experimentado en algún momento de la vida buena parte de quienes participaron en la Enig; o mientras las estadísticas en este apartado carezcan de “oficialidad”.

Mientras nada de esto cambie habrá que seguir escribiendo, promoviendo el debate y la toma de consciencia, impulsando programas gubernamentales y políticas públicas, refrendando leyes, construyendo esa equidad a la que aspiramos. Estaríamos un poco más cerca de ella si todo esto se entendiera.

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Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

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