Para fortuna de la conservación del patrimonio natural y cultural cubano, con el uso de tecnologías modernas de la fotografía virtual en 3D, en la Cueva No. 1 de Punta del Este, en Isla de la Juventud, fueron halladas 30 nuevas pictografías, con un fechado estimado sobre los 3 000 años de antigüedad. La Capilla Sixtina del arte rupestre caribeño es el sello ganado por esta gruta.
El espeleólogo matancero Esteban Rubén Grau González-Quevedo, vicepresidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba (SEC), junto al máster y arquitecto Jorge F. Garcell Domínguez, especialista del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, del Ministerio de Cultura, y el ingeniero Arsenio Sánchez Pantoja, coordinador de la Red de Oficinas de Historiadores y Conservadores, y al frente del proyecto Isla Patrimonial, que promueve el cuidado del patrimonio local, participaron en este hallazgo de nuevas pinturas en el techo de la cueva, dispuestos en patrones circulares perfectos.
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La investigación emplea la técnica de la fotogrametría digital, generación de productos derivados de modelos 3D, para luego procesarlas mediante técnicas de imagen.
De tal manera, se han identificado gran cantidad de motivos que habían pasado inadvertidos para quienes, según las referencias, pasaron por la cueva a finales del siglo XIX y principios del XX. Y fueron varias personas, pero no la estudiaron, solo mencionaron que vieron arte rupestre, subraya a este diario Grau González-Quevedo, feliz por el resultado de una investigación que no es solo obra de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJNH), sino también de la Sociedad Espeleológica de Cuba.
«El primer acercamiento descriptivo llevado al contexto arqueológico fue de Don Fernando Ortiz, cuando llegó ahí el 24 de marzo de 1922 y reportó el hecho en un informe para la Academia de Historia de Cuba, que quedó guardado. Ortiz era más estudioso de lo etnológico y se dio cuenta de que no se vincularía con ese tema.
«El primero que sí estudió el lugar fue el arqueólogo cubano René Herrera Fritot, quien hizo la primera cartografía, que es excelente, porque la hemos comparado con el modelo digital y da exacta. Hizo el primer mapa y luego encontró viviendo dentro de la cueva a Antonio Isla, un carbonero nómada que tenía un fogón en el interior y dañó mucho las pictografías con el humo», explica el también jefe de proyectos en Matanzas de la FANJNH.
Grau con casco blanco a la derecha de Núñez Jiménez. Foto: Esteban Grau
«La Comisión Nacional de Monumentos me invitó a Isla de la Juventud porque ya yo aplicaba la fotogrametría en otros lugares. Querían hacer la reproducción virtual de la cueva y guardarla, ya que con el tiempo se van deteriorando los dibujos.
«Así me acerco a todo este universo de dibujos, de los cuales ya Ortiz había hecho un croquis en su agenda que luego fue publicado. Un dibujo especial es el conocido como El laberinto de Ortiz, que el sabio dijo hallar bien conservado, pero después no aparecía: no lo vio ni Herrera Fritot ni Núñez Jiménez.
«En el libro hay un croquis de ese dibujo. En mi casa empecé a revisar el material digital sobre el techo de la cueva y vi algo parecido, pero estaba unido con líneas rectas. Conté las líneas y coincidían, aunque Ortiz lo dibujó en forma de gancho. Comencé a aplicarle técnicas de falso color y hallé un universo de dibujos con círculos negros y rojos.
«En 2018 estábamos aún en la cueva, pero ya en 2020 como nos detuvo la pandemia, tuve el tiempo necesario en casa para procesar todas las imágenes y comenzaron a aparecer las nuevas pictografías. Nos dimos cuenta de que tendríamos que regresar a la Isla, porque el trabajo que hice fue para reproducir, no para reconstruir: eso lleva una mayor densidad de fotografías. «En 2022 se conmemoró el centenario del reporte de Ortiz sobre esta cueva. Viajamos a Punta del Este y volvimos a ver El laberinto de Ortiz. Estamos haciendo la autoimagen completa del techo de la cueva, que va a tener mucha calidad».
Esteban Grau en la cueva de Santo Tomás. Foto: Esteban Grau
—¿Cuántos dibujos se calcula que existen en la cueva?
—Más de 250. Nosotros hemos trabajado cinco áreas donde había muchos dibujos que no se veían a simple vista. Los hemos hallado gracias a tecnologías especiales de laboratorios de colores y con muchas horas de trabajo. El ojo no los ve, pero como todavía quedan colores el software los potencia y se multiplican.
—¿Solo círculos?
—Con estas tecnologías hemos encontrado más de 30 nuevos dibujos. Son impresionantes, parece que usaban como una especie de vitola, porque los círculos son perfectos. Aunque en menos cantidades, hay algunos triángulos y una especie de cruz. Hay como una flecha, pero no podemos especular porque de ellos no quedó nada, no aprendimos nada. De esos grupos arcaicos nos quedó poco. Para dibujar usaban una mezcla de grasa animal con plantas, predominando el negro y el rojizo.
Fotos de El Laberinto de Ortiz, la de la derecha en fotogrametría. Foto: Esteban Grau
«El entorno era un lugar habitado, donde se han encontrado restos del quehacer diario, talleres, artefactos, instrumentos, huesos humanos. La cueva debió ser un templo o un sitio de mucha significación. Su ubicación, mirando al este, permite visuales del recorrido aparente del sol y los juegos de luces y sombras. También la observación de la luna y su luz, además de una parte de la bóveda celeste, a través de las claraboyas.
«Cuando aplicas las tecnologías de falso color aparecen muchas imágenes ocultas a la vista. Contamos con una precisión de 0,1 milímetro, y realicé 7 395 fotografías al techo, para luego unirlas y crear un multimosaico enorme.
«El techo es bastante plano. Eran comunidades de la cultura más antigua que habitó nuestro Archipiélago. Los dibujos pintados en color negro se conservan mejor. Son conjuntos complejos, estamos hablando de un nivel de simbolismo e interpretación elevado, porque la cueva entera es un gran mural. Muchas personas lo han comparado con los temas estelares o con ciclos de la luna. Pudiera ser…, no podemos decir que no, porque los círculos son como ciclos y habrá que estudiarlos con mucha profundidad. Lo más importante es el hallazgo de los nuevos dibujos y la creación del primer modelo virtual de la cueva, y sobre eso estamos reconstruyendo este patrimonio creado por aborígenes».
—¿Principal reto?
—Nuestra misión es registrar esa estación del arte rupestre cubano, que había sido considerada ya destruida por muchos especialistas, y ahora, con estos resultados, se encamina a su protección y divulgación, para salvar cada elemento o dibujo con la máxima calidad posible. Queremos aplicar la inteligencia artificial, marcando puntos y analizando el porciento de correlación que hay con algún lugar de la vía láctea.
—¿En qué situación se encuentra la cueva?
—Una gran parte del techo está dañada por los procesos de corrosión y disolución. Por eso es importante este trabajo, porque dentro de algunas décadas la cueva va hacia un proceso de envejecimiento total, y eso es normal.
«En esa cueva hubo mucha intervención humana en diversas épocas, y en las oquedades habitan pequeñas colonias de murciélagos. Está compuesta por piedras de calcarenitas y calizas. Es una cueva joven, porque está a nivel de terraza, pero expuesta a la agresividad del salitre por estar a poco más de cien metros del mar. La gruta tiene aproximadamente 30 metros de largo por 20 de ancho».
—¿Cómo llegas a estas tecnologías avanzadas de modelación?
—Realmente soy flautista, eso fue lo que estudié en la Escuela Nacional de Arte. Comencé a trabajar en la Banda de Conciertos de Matanzas con 17 años y ya era miembro de la Sociedad Espeleológica de la provincia. Soy cartógrafo y fotógrafo tridimensional.
«Empecé a cursar estudios en la Escuela Nacional de Espeleología, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en Viñales, y allí aprendí geología, geografía y topografía. Aproveché que esa era mi pasión, y así, muchas veces movilizado, me fui formando y amando más a la naturaleza. Llegué a esta técnica, además, por el conocimiento de la fotografía 3D y el proyecto Bellamar, sobre divulgación del patrimonio cársico cubano.
Modelo virtual de la Cueva No. 1 de Punta del Este. Foto:Esteban Grau
«Me sumé a este mundo hace siete años. Fue en un taller en la Florida, EE. UU. Allí conocí las herramientas. Unos franceses me ayudaron mucho. Cacharreé, consulté, hasta que empecé a dar en el blanco. La primera vez fue en las excavaciones del sitio Canímar, pero mi primer trabajo serio es este. Las fotos están con la máxima calidad, lo cual significa que un dibujo está a 200 gigas. Lo que tenemos ya está perpetuado para la ciencia y tenemos que compartirlo para quienes se interesen». (Por Hugo García/Tomado de Juventud Rebelde)