-¡Triste realidad compadre!-me decía el colega, al observar en una jaula una pequeña ave canora en uno de los restaurantes más céntricos en la mismísima Ciénaga de Zapata, el humedal cubano que ostenta numerosos reconocimientos internacionales y entre estos el de IBA (Important Bird Area por sus siglas en inglés o Área de Importancia para las Aves).-Triste realidad- repetía una y otra vez. Por mi parte solo atiné a pensar que resulta inconcebible que un país en el que se han dado pasos agigantados en función de proteger nuestro patrimonio natural aún estas conductas pasan como algo muy normal “dentro de la mismísima Ciénaga de Zapata”, paradójicamente uno de los principales lugares de Cuba que reciben miles de turistas anualmente , deseosos de ver en su medio natural estas llamativas criaturas aladas; que se hospedan en casas, comen en restaurantes y hasta se trasladan en los más disímiles medios de transporte, propiedad de privados en su mayoría, dejando dinero y recursos de todo tipo. Un lugar donde existen personas e instituciones que deben velar por que se resguarde este patrimonio de altos kilates.
– ¡Madre mía!, ¿pero qué tiene de malo que yo tenga dos o tres pajaritos en la casa?-, dice el vecino que antes los tenía en su patio y ahora los busca desenfrenadamente para alegrar su hogar-. Pues “¡madre mía!” si cada uno pensara como el vecino,- y de hecho ya son muchos los que piensan así-, las consecuencias de no tenerlos en el patio, derivadas de estas conductas para nada responsables, culminarían con la extinción de la vida. Pero el vecino sabe que si lo hace probablemente nada sucederá, porque el marco legal existe, pero quien lo haga cumplir cabalmente, está lejos de hacerlo. Por malas prácticas como estas, cada año miles y miles de aves no regresan a sus sitios de origen y las otras que son autóctonas o endémicas de Cuba nunca más verán sus sitios de origen.
Para que se tenga una idea, en la Ciénaga de Zapata de las 400 aves registradas para el archipiélago cubano, alrededor de 271 pueden ser observadas con relativa facilidad y de las 27 especies de aves endémicas -dígase aquellas que son exclusivas de Cuba- existen 23, un elevado porciento que difícilmente pueda ser igualado en otros lugares del país. Pero esa realidad está cambiando y aceleradamente.
Cada vez se hace más difícil encontrar especies entre la vegetación, cada vez se destruye y fragmenta su hábitat-porque no solo la extracción es la responsable del decline de las poblaciones de aves en Zapata: aquellas que anidan en cavidades pierden cada vez más su nicho ecológico por la creación de barreras, el derrumbe de los árboles que en sus oquedades anidan y los niños o jóvenes de hoy infelizmente han conocido algunas que ya se han extinto por causas similares.
¿Cuál será el destino de un lugar tan mágico?, pues es incierto o al menos se augura que al ritmo que se lleva, muchas de las aves u otras especies desaparezcan a un mediano plazo.
Cae la tarde en la Reserva de Biosfera Ciénaga de Zapata, pensando en la debacle ecológica que supondría la comercialización o tenencia de aves en cautiverio, un abanico de colores se eleva hacia el cielo y poco a poco se aproxima al litoral costero de la Bahía de Cochinos, en una algarabía que para nada pasa inadvertida ante el ojo humano. En una casa cercana, sumida en la más pura soledad, privada de todo contacto con el medio en el que naturalmente debería estar, sin posibilidades de reproducirse, estar en contacto con los suyos, comer lo que necesita y no lo que algunos creen que deben comer, se encuentra una de las tantas aves, bellísima creación de la Madre Naturaleza, cual ser humano al que se le haya enclaustrado en una prisión de por vida, y lo más irónico, por el simple hecho de portar en sus alas una gama de colores de belleza incomparable y en su garganta la más maravillosa melodía que se haya escuchado.
El hombre se empeñará una y otra vez en copiar de la naturaleza lo que realmente no necesita, porque ya existe y en su afán, continúa destruyéndolo todo a su paso.
(Por: Lic. Yoandy Bonachea)
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