Reestreno de Edith. Foto: Tomada del perfil de Gilberto Subiaurt.
En este 2022 se cumplen 25 años de una obra que marcó un hito en el teatro matancero. Edith, texto del actor y dramaturgo Gilberto Subiaurt, ha sido una pieza consagratoria para Miriam Muñoz.
Con este personaje, de un lirismo estremecedor y profundo, la actriz matancera, tan grande en su interpretación, se clavó para siempre en el imaginario colectivo.
Una vez vista, el recuerdo es profundo y vívido, la imagen de Mirita vuelve a nuestra mente nada más escuchar las notas de Non, Je ne regrette rien o La vie en rose. Ella reconoce que el trabajo de actuación le resultó extremadamente duro.
“Este es, junto a Chaplin, el personaje más fuerte que he hecho. Cuando esa mujer abría su voz, resultaba algo increíble. Aún hoy es un ícono mundial”.
Mirita se desgarra cuando sube al escenario y mete en su propio ser el aliento vivido de la Piaf. La gran verdad con que asume el personaje parte de los paralelismos, algunos evidentes, otros menos obvios entre su propia vida y la de la cantante parisina.
“Quitando la droga y el alcoholismo, tenemos mucho, muchísimo en común. Yo también nací en una familia muy pobre, tuve una niñez difícil y una adolescencia terrible. He dormido en las calles con mis hijos. Incluso en el plano artístico me he roto la piel para llegar a ser una actriz respetada y nunca he dejado de trabajar”.
El origen de este texto dramático se remonta a los años 80. Su entonces pareja, el diseñador Rolando Estévez, le habló sobre encarnar a quien fuera conocida como el Gorrión de París.
“En Cabarroca nos reuníamos a escuchar su música. Estévez tenía unos materiales, biografías e imágenes de ella, y un día me comentó: ‘Debías hacer la vida de la Piaf». A partir de ahí empecé a buscar quien me escribiera el argumento.
“Pasaron muchos años, ya trabajaba con Gilberto Subiaurt en el Mirón Cubano y se lo propuse a él. Así, sin tener referencias más cercanas, empezamos a imaginar, a partir de mi persona, cómo sería Edith con relación a sus amores”.
Subiaurt rememora también esos momentos iniciales en que ambos se unieron para dar cuerpo y sentido al texto dramático.
“El proceso de escritura se realizó consultando mucho con Mirita y tratando de evocar a Edith, de recrear su pensamiento, su temperamento, porque meternos en un camino biográfico era demasiado atrevimiento”.
El estreno, en la Sala Milanés en primavera de 1997, constituyó un verdadero suceso. Tanto el público como la crítica respondieron favorablemente ante una puesta en escena vibrante, apasionada y estremecedora como pocas.
Recuerda la actriz matancera que unos meses después la presentaron en el Guiñol Nacional, en La Habana. Asistieron muchos franceses, incluso parte del personal de la embajada de Francia.
“Una señora se puso de pie al final y me dijo: ‘Estoy muy emocionada porque yo estuve en conciertos de Edith, y ustedes han trabajado la vida de ella de una forma muy realista».
“Entonces, supimos que no andábamos desencaminados, que revivimos a los hombres importantes en su vida: Louis Leplée, quien la recogió de la calle y la llevó a cantar; Marcel Cerdán, un boxeador al que ella amó con locura, y finalmente el griego, Theo Sarapo, Sarapo significa te amo. Ella le llamaba así a Theo Lamboukas; este hombre bello fue su pareja en sus últimos años”.
Para Gilberto, parte de ese acierto se debe a que la propia historia de la cantante emana un lirismo extraordinario. “Cuando tuve en mis manos recortes de prensa y materiales biográficos sobre Edith
Piaf, me di cuenta de que era una vida que no se podía dejar pasar así sin más».
“Ella fue desamparada por su madre, pasó sus primeros años en el burdel de su abuela paterna, estuvo ciega temporalmente por secuelas de una enfermedad venérea, perdió a su bebé de una meningitis y murió prematuramente, con solo 48 años. Una sucesión de alcohol, drogas, muertes, vacíos y abandonos”.
La obra se presentó en el Festival de Teatro de Camagüey en 1998, donde alzó con la Corona de Laurel de la Avellaneda a la mejor actuación femenina y el premio Florencio Escudero, que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
“Llegué al Festival después de pasar una enfermedad y me sentía aún frágil, física y espiritualmente —cuenta Miriam Muñoz—. El peluquero que me atendió me dijo: ‘Edith estaba casi calva’, y yo le respondí: ‘Pues lléname la cabeza de cucarachas’. Aquello fue tremendo, el personaje impactó mucho. Tras la función tuvimos 17 minutos de aplausos”.
Después de la puesta en escena se hizo un teleteatro, dirigido por María Jauma. Mirita protagonizó también la propuesta televisiva y habla de ella con mucho cariño.
“María llegó a Matanzas con tres remolques y hasta cerró el puente de Tirry. Grabamos en el castillo de San Severino, cuando estaba muy deteriorado. Mi hija Lucre hizo de Edith joven, mis otras hijas tuvieron distintos personajes. Fue un elenco completamente matancero.
“Diez años después del estreno se hizo la película biográfica La vida en Rosa y tiene mucha similitud con la obra. Iba caminando por la calle un día, cuando se me cruzó el camión de la basura y me dijo uno de los trabajadores de comunales: ‘Oiga, yo vi la película ayer, pero el trabajo de ustedes en la televisión es mejor’. Le agradezco eso a Matanzas, que me reconozca por Edith.
EL REESTRENO DE EDITH
Para este 25 aniversario de Edith, Teatro Icarón prepara un reestreno, con un nuevo preámbulo, que subirá a escena dos fines de semana consecutivos a partir del próximo sábado 23 de julio.
Aunque la obra nunca ha desaparecido completamente de su repertorio, ahora tendrá algunos cambios, pues los personajes masculinos, antes interpretados por Subiaurt, se repartirán entre éste y dos alumnos: Frank David Díaz y Yoibel Pérez Chaviano.
“No he dejado jamás de hacer Edith, pero ya cumplí 75 años, casi 76, y Gilberto tampoco es el mismo joven, —explica Mirita—. Por eso él me hace la propuesta de trabajar con dos muchachos para que interpreten a Theo y a Cerdán. Yo sigo haciendo el protagónico, pero ya aclarando en el espectáculo que son actores que llegan al escenario en su cotidianidad”.
Subiaurt asegura que continúa encarnando a Louis Leplée, porque este era un hombre del mundo del cabaret, muy común y no importa los años que tenga. «Además, el Leplée que recreo representa el destino de Edith, habla con vaticinios y premoniciones. El destino no tiene edad”.
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