El 15 % de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad. Una cifra que parece pequeña, pero que abarca a más de mil millones de personas. Parte de ella demostró su grandeza en los Juegos Paralímpicos Tokio 2020. Los vimos presentarse frente a la cámara, saludar al contrario, competir en el terreno, llorar de emoción o gritar tras perder la pelea o conseguir la victoria.
La lección que deja este evento queda para todos los tiempos. Lanza el mensaje de ver la discapacidad como parte de la condición humana. De hecho, un estudio desarrollado por la Organización Mundial de la Salud confirma que casi todas las personas tendrán una discapacidad, ya sea temporal o permanente en algún momento de sus vidas.
Las conquistas alcanzadas por una persona que utiliza una silla de ruedas o el lenguaje de señas depende de esfuerzos individuales, pero también de voluntad colectiva, esa que hace falta para eliminar las barreras físicas y mentales con un grupo que ha sido históricamente excluido y marginado.
Investigaciones publicadas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales reconocen que la vulnerabilidad está en factores del contexto que limitan o potencian el desarrollo de estas personas. En Cuba se han diseñado y aplicado políticas dirigidas a la inclusión social con importantes avances, sin embargo, aún existen brechas que marcan situaciones de desventaja.
Generalmente se asocia a la discapacidad con la incapacidad, cuando en realidad la dificultad para realizar ciertas actividades debido a una condición de salud no impide desplegar una vida digna, por ejemplo, estudiar, trabajar, ejercer la ciudadanía y tomar decisiones, si se ofrece el apoyo necesario.
Quienes conforman este grupo social son los que mejor conocen las barreras que frenan su desarrollo, por lo que sus opiniones son imprescindibles para eliminarlas. Mediante las asociaciones a las que pertenecen y diferentes estudios realizados exponen sus demandas, que van desde la eliminación de barreras arquitectónicas hasta la creación de una ley que armonice el proceso de inclusión y participación efectiva, lo cual ha sido una solicitud constante.
En la integración de las personas con discapacidad sobre todo intelectual a la sociedad, una vez concluido el proceso de enseñanza-aprendizaje existen brechas de exclusión. También en las oportunidades de empleo en el sector estatal y no estatal, en el que no todos los puestos de trabajo realizan las adaptaciones pertinentes y se llega a subestimar la capacidad de trabajo de estas personas; en el acceso a los servicios culturales y de recreación; y en el propio lenguaje en el que aún se utilizan términos como “minusválidos” o “impedidos físicos”.
La tendencia en los próximos años es que la cifra de personas con discapacidad aumente, considerando el alto índice de envejecimiento poblacional. Aun cuando en Cuba existe una política de atención a este tema, es necesaria su continua evaluación y respuestas más proactivas, a partir de lo que muestran los más recientes análisis efectuados desde las Ciencias Sociales.
Se puede modificar el ambiente para mejorar las condiciones de salud, prevenir las deficiencias y mejorar los resultados para este colectivo. Tales cambios nacen de acciones trazadas desde la institucionalidad y el plano individual y nos definen como mejores seres humanos.
En nuestro día a día nos dan ejemplos de superación personal, en los más recientes Juegos Paralímpicos demostraron que “la diferencia es una fuerza, no una debilidad”, una lucha que debe ser sistemática en todas las esferas de la vida y que depende de la sensibilidad de todos.