Los derechos humanos de los nacidos en esta pequeña Isla son violados por el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos.
Esa cruel política siempre ha sido y será un acto genocida; nos priva el acceso a alimentos, tecnologías y medicinas que podrían mejorar nuestra calidad de vida. El cerco que durante más de seis décadas mantiene Washington contraria el espíritu y la letra de la Carta de la ONU y el derecho internacional.
El país que se proclama paladín de los Derechos Humanos no pierde la oportunidad de arremeter con todas sus garras contra esta pequeña nación para luego querer culpar a nuestro Gobierno de todas las carencias y problemas cotidianos por ineficiente gestión.
En varias ocasiones lo ha reiterado el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Si de verdad piensan que no nos desarrollamos porque somos incapaces, pues que lo quiten y punto. Cuando eso suceda y la nación no prospere entonces podrán criticarnos; pero, está claro, no lo hacen por temor; porque saben que hay muchos países dispuestos a ayudarnos.
Cuba no ataca al gobierno norteamericano; en cambio recibe de él una agresión feroz, cuyo fin no es otro que derrotar a la Revolución. Quieren con su política rendir por hambre a millones de personas, entre ellas, ancianos, niños y mujeres. Solo que no van a conseguirlo.
La resistencia de la mayoría de este pueblo está probada y, lejos de amedrentarse, crece frente a las dificultades. Lo hizo durante el periodo especial y ahora ocurre igual ante la compleja coyuntura económica arreciada tras una pandemia que puso en jaque a la Humanidad.
Con ese ridículo papel de hacerse pasar por buenos, de ofrecernos esto o aquello, pretenden confundirnos. Como si este pueblo no supiera, como si no sufriera a diario los efectos del bloqueo. Aquí continuaremos, ocupados en perfeccionar nuestra obra. Nada cambiará el destino escogido por nosotros: seguiremos haciendo Revolución y defendiendo nuestros Derechos Humanos.
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