Un embarazo suele ser casi siempre motivo de alegría, aun en las circunstancias más difíciles. Chavelys Pérez Echazábal lo sabe; quizá por eso contempla su hinchado vientre de 38 semanas con cierta ternura y nostalgia a la vez. Ella cursaba el onceno grado en un preuniversitario de Jagüey Grande cuando, con dos meses de gestación, supo que esperaba un bebé, a pesar de cuidarse con preservativo.
Desde entonces en casa se han ultimado todos los detalles para cuando nazca el primogénito. Su madre pedirá licencia para cuidar del nieto y que la joven pueda continuar sus estudios. El papá del niño, de 21 años, también la apoyará. Y así la vida continuará su curso, con más responsabilidades sobre los hombros de la adolescente y sus seres queridos.
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Justo allí, en el Hogar Materno Provincial, Yamelis Cárdenas Rojas, de Jovellanos, también ve como un embarazo no planificado cambia sus proyectos. La muchacha, estudiante de Enfermería, ahora tendrá que acogerse al año de licencia de maternidad para cuidar del pequeño. Luego, cuando el niño pueda acceder a un círculo infantil, “sí quisiera continuar mi superación profesional”, nos comenta.
CIFRAS Y REALIDADES
La elevada fecundidad adolescente durante los últimos años constituye un verdadero desafío de la salud sexual y reproductiva a nivel internacional, y Cuba no está exenta de esta situación. En Matanzas el tema ocupa y preocupa a los especialistas del Programa de Atención Materno-Infantil.
Su responsable en la provincia, el doctor Armando Arechavaleta Ugarte, explica que actualmente se contabilizan en el territorio 491 embarazadas en este grupo poblacional. “Ello representa el 18,3 % de las gestantes. Aunque el país aboga por mantener una tasa por debajo del 15 %, en el mundo se considera aceptable hasta un 20. A todas se les realiza captación y se les da un seguimiento estricto”.
Entre las acciones que se acometen aquí para minimizar los embarazos no deseados en estas edades y su impacto negativo en el orden social, educativo y de salud, menciona a los círculos de adolescentes a nivel de consultorios y de las escuelas, labor que involucra a un grupo de psicólogos y trabajadores sociales. También se realizan programas de promoción para la salud a través de los medios de comunicación masiva.
“La intención es que la gestación ocurra entre los 20 y 30 años, edad óptima en la mujer para ello”, añade.
La doctora Laudys Rosa Blanco Hernández, especialista en Ginecobstetricia, antes de referirse a los riesgos del embarazo en la adolescencia desde el punto de vista obstétrico, alude a su repercusión desde la arista social que, aunque en menor medida, sí influye mucho en la vida de ellas a partir de ese momento.
“Que puedan o no continuar los estudios dependerá de si provienen de un hogar funcional o disfuncional, y del apoyo que tengan de los padres o del padre y la familia del bebé. Aunque algunas logran llegar a la universidad, otras se quedan en el preuniversitario y tienen que dedicarse a cuidar un bebé que quizás no esperaban; sin embargo, no pudieron hacerse una interrupción por falta de tiempo o por padecer alguna enfermedad que las pondría en peligro”.
Con ella coincide la psicóloga Leidy Laura Jiménez Rodríguez, quien es enfática al decir que “el tema del fracaso escolar, ya sea por el abandono de los estudios en la mayoría de los casos de la figura materna, en una primera etapa para amamantar y cuidar del bebé, y luego para suplir las tareas que conlleva la maternidad, también repercute en su inserción posterior en la vida laboral, pues muchas veces no alcanzan el nivel solicitado para determinados puestos.
“Desde el punto de vista psicológico se sienten rechazadas o juzgadas, cuestión que influye mucho a la hora de insertarse en un grupo; en el caso del varón no tanto, porque tener un hijo es considerado un acto de hombría.
“Muchas sufren el abandono por la pareja, que, al ser también adolescente, atraviesa por una etapa de búsqueda y exploración. En no pocas ocasiones enfrentan el embarazo solas y ya con el bebé hacen una maternidad independiente, no por el deseo de ellas, sino por la enajenación de la figura paterna”.
Ello provoca que se afecten los proyectos de vida, autovaloración e intereses y todos los elementos de las formaciones motivacionales complejas.
La doctora Blanco Hernández considera que no son menos los peligros en el orden obstétrico: “Todos los que se puedan imaginar. Primero, se trata de un organismo que no está preparado para asumir una gestación, dados los cambios que se experimentan en ese estado en todos los sistemas de órganos. Pueden desarrollar hipertensión, diabetes gestacional…, y posterior al parto quedar con esas secuelas, sobre todo si existen factores de riesgo familiares o desde niñas estaban diagnosticadas con esos padecimientos que se agravan durante esta etapa”.
Asimismo, alega otras condiciones asociadas que, si bien pueden aparecer en gestantes de cualquier edad, en estas suelen ser más delicadas. “Poseen baja probabilidad de tener un parto transpelviano, al no existir la maduración adecuada del cuello. Terminar, por tanto, en cesárea constituye un riesgo para un futuro embarazo y para otras enfermedades asociadas a este; igual si tuvieran necesidad de interrumpirlo”.
RIESGOSAS SOLUCIONES
Por más que intentan disimularlo, sus expresiones denotan cierta preocupación, aunque, quizá, no hayan asimilado del todo el trance al que se van a exponer. No tienen la misma edad, pero sí son apenas adolescentes.
La doctora Danilé Hernández Hernández, especialista en Ginecología y Obstetricia y jefa del Departamento de Legrado, en el hospital ginecobstétrico José Ramón López Tabrane, les acaba de ofrecer una detallada explicación antes de que se sometan al procedimiento. Participan las madres u otros acompañantes.
Una charla similar se imparte cada lunes y viernes, a las 11 de la mañana, en la consulta de terminación voluntaria del embarazo. En este espacio se insiste en los peligros que acarrea cualquiera de las dos variantes utilizadas para interrumpirles la gestación: el aborto farmacológico o la aspiración.
Al segundo corresponden los mayores riesgos: posibles reacciones a la anestesia, que el embarazo quede completo, o que ocurra un aborto incompleto con sus conocidas consecuencias, como infección intrauterina, sangramiento o lesión uterina; complicaciones que requerirían de una intervención quirúrgica más profunda y que pueden afectar en un futuro su fertilidad e, inclusive, comprometer su vida.
Del mismo modo, aclara los pasos a seguir con el Misoprostol, nombre de la píldora que se debe autoadministrar de manera vaginal, y les advierte que, en caso de fallo, sería obligatorio entonces acudir a la aspiración. Una vez terminado el proceso, las pacientes deberán acudir a la consulta postaborto, donde, de haber culminado sin problemas, se define el método anticonceptivo a utilizar en lo adelante.
Durante este año se han elevado las cifras de muchachas entre 12 y 14 años de edad que han acudido al materno matancero. Ello responde a un fenómeno presente en la vida actual y que, por ende, repercute en Cuba: el inicio cada vez más precoz de las relaciones sexuales, desprotegidas por demás, una problemática de elevada connotación biológica y social.
Si a ello añadimos que hoy se hace bien complejo acceder a métodos anticonceptivos o disponer de un condón, el cual suele alcanzar precios exorbitantes, si se consigue, entonces se convierte en un verdadero problema protegerse de enfermedades y evitar los embarazos no deseados.
De ahí que no basta solo con las charlas educativas que se imparten en las escuelas o por especialistas de Salud en la comunidad; la familia tiene que mantener con ellos una estrecha comunicación, hablarles, explicarles sobre las posibilidades reales que tienen para cuidarse.
En dicha etapa ocurren diversos cambios tanto físicos como psicológicos, por lo que juega un papel determinante conocer el tema de la sexualidad y sus derivaciones. Se hace necesario, pues, que tanto hembras como varones estén bien informados sobre los peligros de las relaciones desprotegidas, así como de lo que puede representar un embarazo en tales edades.
Su impacto en la adolescencia es psicosocial y se traduce en deserción escolar, mayor número de hijos, desempleo, fracaso en la relación con la pareja, carencia de madurez para atender y educar adecuadamente al hijo, e imposibilidad de proporcionarle un hogar seguro, emocional y económicamente estable.
Por tales razones, resultan pocos los esfuerzos que se hagan para reducirlos. Urge, entonces, potenciar más las acciones educativas que promuevan un mejor conocimiento acerca de aspectos esenciales de la sexualidad, de modo que se traduzca en una actitud responsable sobre esta. Nuestros adolescentes han de educarse en valores que refuercen el amor, el respeto en la pareja y la práctica del sexo protegido. (Miriam Velázquez y Jessica Acevedo Alfonso)