Conversar con Laura Ruiz es un lujo. No se puede definir de otra manera al intercambio que se mantiene con una mujer llena de poesía, que es editora y licenciada en Historia.
Laura Ruiz se define como una mujer de 55 años que escribe, que es editora, que es hija de Laura y Fernando, a la que le gusta limpiar el traspatio, arrancar las malas hierbas para descubrir los nuevos brotes, y que es la madre de Beatriz. Es, como ella misma afirma, la adición de posibles e imposibles.
LOS INICIOS
“Mi inclinación por la escritura ha sido consecuencia de mi amor por la lectura. Abandonar la escritura sería doloroso, pero superable; sin embargo, no creo que pueda pasar mi vida sin leer.
“Esta pasión comenzó cuando apenas cursaba el segundo grado. Recuerdo que la maestra pidió una redacción donde compartiéramos las experiencias vividas durante las vacaciones. Relaté un día en el campo, y describí específicamente una vaca. De inmediato, ordenaron que llevara a mis padres a la dirección de la escuela, porque la profesora consideró que aquella tarea era el resultado de la escritura de mi madre. Supongo que encontraron cierta coherencia en el texto. Mi madre fue la primera sorprendida, porque en esas vacaciones ni visitamos el campo ni yo conocía realmente una vaca, más allá de lo que podía apreciar en la televisión.
“Mis libretas escolares las llenaba de fragmentos de poemas, y gané algún que otro regaño por cubrirlas con contenidos ajenos a la materia en cuestión.
“Durante mi paso por el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Carlos Marx, escribía también en mi taquilla de madera. Los laterales se encontraban repletos de poesía. Al concluir cada curso borraba cada palabra, para entregarla impoluta. Probablemente esos pasajes estaban cargados de imprecisiones y de lugares comunes, pero en aquel momento constituían un tesoro”.
LA UNIVERSIDAD, LA HISTORIA
“Estudié Licenciatura en Historia en la modalidad de Curso libre, por lo que mis memorias universitarias se resumen en mi hija pequeña sentada sobre mí mientras intentaba estudiar, en los dibujos de arcoíris y animales extraños sobre mis apuntes, en los manuales pegados por las paredes de la casa, y en la lectura del contenido de Filosofía o de Historia Social de la Literatura y el Arte en las largas colas.
“Esta carrera me ha ayudado a vivir y me incentiva a buscar lo que no aparece en los libros de texto. Sin este aprendizaje, mi entendimiento de la literatura, del arte, de la cultura y de los seres humanos sería incompleto, torpe, insuficiente”.
EL TRABAJO
“En el ámbito laboral me considero una privilegiada, pues me he desempeñado en puestos relacionados con mis intereses personales. Trabajé como correctora en la Imprenta de Divulgación de Cultura, en la Casa de Cultura de Guanábana; donde alternaba la custodia de un salón vacío con la promoción de conciertos, actividades literarias o la presentación de obras de teatro protagonizadas por niños. Transité por la Casa de la Trova y la Casa del Escritor, para culminar en Ediciones Vigía, primero como mecanógrafa y luego como correctora, editora principal y directora de la Revista del Vigía.
LA OBRA
“Escribo poemas que cuentan historias y que atraviesan por dos momentos fundamentales: uno intimista, con textos volcados hacia un yo poético; y otro que se observa desde el 2008 con el libro Los frutos ácidos, relacionados con el entorno en diálogo con diferentes contextos.
“En cuanto a la temática, se pueden mover desde la pérdida de la esperanza hasta la partida y los regresos, pero siempre desde la emoción”.
LA EDICIÓN
“La edición la catalogo como una labor humilde, como puente entre el autor y el lector. Rara vez las personas se detienen a mirar los créditos para conocer quién es el responsable de la edición, pero no me incomoda. Cada texto posee sus características, valores y retos propios; nuestra misión es ayudarlo para que se consuma con la mayor calidad.
“Lo más importante no es recibir el crédito por realizar el trabajo, sino salvar el libro, situarlo en el lugar que merece para que cada persona se lleve a su casa una joya.
“La reconozco como una faena difícil, que roba el tiempo que debería dedicarle a mi proceso creativo. Por otra parte, me completa, sobre todo porque pude editar textos de Fina García Manrruz y algunos de Ediciones Bilingüe.
MATANZAS
“Salvo algunas estancias en varias ciudades de Cuba y del extranjero, he vivido siempre en Matanzas. Mi relación con esta urbe tiene dos caras: de amor y de odio. Es la ciudad donde más he amado, donde he sido feliz, pero donde más he llorado. Si me apoyo en la metáfora, puedo decir que cuando llueve la miro mejor porque el sol no me ciega, cuando la miro enamorada me fascina, cuando la miro desencantada es una ciudad de la que quiero huir”.
LOS PREMIOS
“Los premios siempre me sorprenden. Recibirlos constituye un incentivo para impulsar la creatividad, aunque no escribo pensando en ellos. Todos son importantes. Si tuviera que resaltar alguno sería el Premio de Traducción Literaria, quizás por el esfuerzo desplegado para traducir la novela El exilio según Julia, de Gisele Pineau, donde intenté que se mantuviera cada sentimiento y emoción del francés y del creole, al adaptarlo al español”.
LAURA
“Laura fuera de los libros y de la poesía es una mujer fiel, protectora, desinteresada, que considera que el amor y la amistad van por encima de todo, que no espera mucho a cambio, que da lo que puede y cree que eso es lo importante. Me gusta la coherencia, defiendo la justicia, la rectitud, aunque nos hagan sentir que son valores pasados de moda”.
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