Educado, respetuoso, Josué Abraham Pérez Barrios, de 12 años de edad, sorprendió cuando se negó a acatar los consejos de padres y médico de que no asistiera a las competencias de natación de los Juegos Escolares Nacionales, debido a la herida que presentaba en la parte baja de su rodilla izquierda.
Durante el certamen multidisciplinario, efectuado en la Eide Mártires de Barbados, de La Habana, en el 2019, en un entorno donde resultaba fácil contraer cualquier impureza, el pequeño tritón estaba expuesto a una infección producida por algún germen o bacteria que podría complicarle la vida, y eso es lo que había que evitar.
Aunque las tensiones fueron fuertes entre sus padres y él, este las calmó al intervenir solamente en el relevo 4×100 m combinado, con bronce para Matanzas.
Al inquirir sobre la causa de la mencionada lesión, relató su precoz enamoramiento por una linda muchacha que lo llevó a visitarla y, como no deseaba que lo vieran los padres de ella, entró al patio por una cerca lateral de alambre de púas que fue lo que le provocó la herida. Si bien narró lo anterior con pena, no pudo impedir la sonrisa de quienes lo rodeaban.
El diálogo con Josué tuvo lugar en su hogar, en el barrio yumurino de El Naranjal, pocas horas antes del regreso al Centro de Alto Rendimiento (Cear) Giraldo Córdova Cardín, de la capital, al que fuera llamado entre demoras e inconvenientes que estuvieron cerca de alejarlo definitivamente de las piscinas y cambiarse al triatlón, para el cual le sobran solicitudes en la provincia y ahora en La Habana, debido a su potencialidad en el agua y de corredor. Modalidades estas que, junto al ciclismo, integran la última disciplina.
La historia es bien sencilla, vista desde afuera por otros, pero para nuestro protagonista y familia, incluido los abuelos, resultó apabullante.
Por razones obvias solicita dejar para más adelante lo acontecido y abordar sus inicios en el deporte de las brazadas.
Jessica y Elieser, sus progenitores, lo llevaron a la playa Allende, y mientras los mayores conversaban veían cómo su hijo nadaba con soltura hasta más allá de los límites permisibles.
Jornadas después, sin comunicarlo a la madre, el padre lo llevó a la Eide Luis Augusto Turcios Lima, donde el preparador Denis —no recuerdan sus apellidos—, le realizó las primeras pruebas y vio en él aptitudes.
Sin embargo, la matrícula oficial de Josué en ese centro deportivo ocurrió semanas después, luego de que su escuela primaria Seguidores de Camilo y Che fuera visitada por el también entrenador de natación Pablo Ernesto Hernández Villalonga, con el objetivo de captar futuros atletas.
“La noticia causó estupor en casa, aunque papá me miraba sonriente”, explicó el entrevistado.
El sistema deportivo comienza en los círculos infantiles con las clases de Educación Física. La natación, modalidad de corto ciclo, tiene la particularidad de que exige aprendizaje a tempranas edades, en áreas exclusivas (albercas), al igual que el clavado, natación artística y el polo acuático, y a diferencia de las restantes especialidades.
“Pablo Ernesto, a mi lado hasta último momento, vio en mí cualidades, disposición y entusiasmo. Desconocía que recibía clases en la Eide. En casa estaba aprobado al 50 % papá. Luego completé la otra parte”.
Calla, deja escapar la mirada por la ventana. Regresa la observación al entorno familiar, e incluye a su hermano Christopher y a Olga, la abuela materna.
“Obtuve buenos resultados en las competencias oficiales y por invitación, en las que participé previo a la primera comunicación de que, junto a otros tres colegas, sería ascendido al Cear.
“En las copas nacionales por invitación de Radio Bayamo, en Granma, y Bebito Smith, así como en los Juegos Pioneriles y el mencionado certamen Escolar al más alto nivel, todos ocurridos entre 2018-2019 —en los dos últimos años no hubo nada debido a la covid-19—, conquisté cuatro medallas de oro, dos de plata y una de bronce, de forma individual en mis estilos preferidos, libre y pecho, en los que desarrollo mejor mis potencialidades acuáticas”.
Jessica interviene para recordar que tres años atrás él cruzó tres veces la bahía de Matanzas. “Cuando me comunicó su intención le dije que no lo hiciera, que era demasiado exigente. Sentí miedo, por lo que al completar el primer trayecto, desde una payita aledaña al puerto de Matanzas hasta El Tenis, solicité al personal auxiliar que lo siguiera de cerca. Lo hicieron hasta que Josué cumplió lo prometido”.
Con todo ese aval, la Comisión Nacional de la especialidad decidió ascenderlo al Cear, junto a sus compañeros Miguel Alejandro Hernández Daniel, Thalía Gómez de la Fe y Mónica Alis Expósito Hernández. Pero, transcurridos unos días, cambiaron de opinión. Jessica no sabía cómo transmitirle la aciaga noticia. “Sabía cuánto él ansiaba escalar al equipo grande, cumplir ese anhelo.
“Se lo comuniqué. Lloró amargamente. Amenazó con dejar el deporte. Le hablé fuerte, como se hace en estos casos. Cedió, volvió a las andadas”.
Tiempo después ocurrió lo mismo. Avisos positivo y negativo. Idéntica problemática. Esta vez un “tsunami’” de menor intensidad, con la diferencia del triatlón, su alternativa. “No entendía cómo ocurrían cosas así. ¿Falta de seriedad? Desconocían cómo me sentía desde la vez anterior. Me daba igual cualquier cosa. Por lo que cuando de nuevo informan que sí iría, mi estado de ánimo no se alteró.
“Estoy ahora en medio de rigurosos entrenamientos, con técnicos muy buenos. Consagrado para asimilar conocimientos, incrementar experiencias y obtener resultados positivos, incluida la docencia. Veré hasta dónde mis posibilidades me permiten llegar. Eso sí, pueden confiar en casa y en quienes me prepararon aquí, no daré un paso atrás. Mucho menos después de lo ocurrido.
“Si un día admiré a mis ídolos Michael Phelps, Caeleb Dressel y Rodolfo Falcón, prometo intentar una actuación decorosa. Seré digno y agradecido”.