No es un secreto. La economía cubana vive días de tensión extrema. Los datos hablan de una recesión prolongada, una inflación persistente que corroe el poder adquisitivo y sectores estratégicos, como el turismo o la zafra azucarera, operando muy por debajo de su potencial.
Ante este panorama, algunos agoreros, desde dentro y fuera, se apresuran a cantar el fracaso. Pero se equivocan al mirar solo una parte del cuadro. Lo que no ven, o no quieren ver, es la otra cara de la moneda: el dinamismo silencioso y resiliente de las nuevas formas de gestión económica que han surgido, no a pesar de la Revolución, sino gracias a ella y como parte fundamental de su estrategia para sobrevivir y avanzar.
Hablamos de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPYMES) y del trabajo por cuenta propia. Lejos de ser elementos ajenos o contradictorios con nuestro socialismo, son herramientas creadas, reguladas y promovidas por el Estado cubano para enfrentar la «economía de guerra» impuesta por el bloqueo más largo y cruel de la historia. Son el pararrayos que absorbe el impacto de las sanciones y, a la vez, la semilla de una prosperidad futura y soberana.
Lo primero que hay que aclarar, para desmontar la narrativa de la desinformación, es que esto no es una improvisación. Algunos enemigos de la Revolución hablan de «paquetazos» para descalificar. Nada más lejos de la verdad. La incorporación de estos actores económicos está sólidamente anclada en los documentos rectores de la nación.
El Programa de Gobierno 2025, presentado como hoja de ruta para «corregir distorsiones y reimpulsar la economía», es explícito. Define como un objetivo central «la transformación de las estructuras de la empresa estatal socialista y su conexión con los actores económicos, incluso los no estatales, en su papel complementario dentro de la economía». El término «complementario» es clave: no se sustituye, se complementa. Se integra.

Este programa no cae del cielo. Es el eslabón táctico de una cadena estratégica que incluye la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano, los Lineamientos del Partido y el Plan Nacional de Desarrollo hasta 2030. En otras palabras, las MIPYMES y el cuentapropismo no son un desvío, sino el camino trazado y consensuado para alcanzar la visión de un país próspero y sostenible.
Como explicó el compañero Jorge Luis Broche Lorenzo, miembro del Secretariado del Comité Central, se trata de un mecanismo para «frenar el decrecimiento económico, ajustar lo necesario y reimpulsar la economía a futuro» en el escenario actual.
Pero la verdad de una política se mide en la vida cotidiana de la gente. Y aquí es donde estas formas de gestión demuestran su valor concreto, llenando los vacíos que el bloqueo y las limitaciones materiales han creado.
Mientras la oferta estatal de bienes lucha contra la escasez de recursos financieros externos, un restaurante particular asegura que una familia pueda celebrar un cumpleaños; un taller de reparación de electrodomésticos alarga la vida de una nevera que ya no se puede importar con facilidad; y una MIPYME dedicada a la confección produce uniformes escolares o ropa de trabajo. Ellos suplen, con ingenio y esfuerzo, lo que el asedio económico trata de negarle al pueblo.
Cada nueva MIPYME, cada cuentapropista que formaliza su negocio, es un puesto de trabajo creado. Pero no es solo empleo; es también generación de valor, producción nacional y recaudación tributaria. Son actores que contribuyen al presupuesto del Estado, fortaleciendo la capacidad para mantener los programas sociales universales —salud, educación, asistencia social, precios subsidiados— que son bandera de la Revolución.
Además, estas nuevas formas de gestión son vectores naturales de innovación. Muchas se alinean con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, promoviendo la producción local de alimentos, el reciclaje, la eficiencia energética o la economía circular. Son aliados en la batalla por la soberanía alimentaria y tecnológica.
La visión no es tener dos economías paralelas, una estatal y otra privada, compitiendo. La visión, como marcan los documentos, es la integración y la conexión.
Por ejemplo, una empresa estatal agrícola puede asociarse con una MIPYME de transporte para llevar sus productos al mercado, o con una pequeña industria para el envasado. El Estado se enfoca en lo estratégico y grande, y el sector no estatal, ágil y cercano al terreno, dinamiza los eslabones finales de la cadena.
Este sector emergente es un usuario natural y un impulsor de la transformación digital que vive el país. Desde el comercio electrónico hasta el uso de plataformas de gestión, estas empresas están llamadas a ser la punta de lanza en la adopción de tecnologías como la inteligencia artificial «cubanizada», la firma digital y otros avances que buscan la soberanía tecnológica.
Por otro lado, el Programa de Gobierno enfatiza la descentralización y el desarrollo territorial, y en ello, las MIPYMES y los trabajadores por cuenta propia son, por esencia, locales. Fortalecen las economías municipales, crean soluciones a problemas comunitarios y dan vida a los barrios, haciendo a cada territorio más resiliente y menos dependiente.
Ante la complejísima situación descrita por los números —la inflación, los apagones, la contracción del transporte público—, sería fácil caer en el desaliento. Pero la Revolución Cubana no se construyó con facilidades. Se construyó, y se defiende, con inteligencia, audacia y una fe inquebrantable en la capacidad de su pueblo.
Las MIPYMES y el trabajo por cuenta propia son expresión de esa capacidad. No son un signo de renuncia a los principios, sino un instrumento de lucha por la supervivencia y el desarrollo de la nación, creado desde la institucionalidad socialista. Son la prueba de que, incluso en medio de la «economía de guerra», Cuba no se cruza de brazos. Planifica, innova, moviliza y crea.
Son, en definitiva, el motor interno que la Revolución misma encendió para asegurar que, pase lo que pase afuera, aquí dentro la vida siga, se creen empleos, lleguen los alimentos a las mesas y se siga construyendo, entre todos, el futuro próspero y sostenible al que tenemos derecho. El bloqueo quiso asfixiarnos; en cambio, nos obligó a aprender a respirar de otra manera. Y ahí estamos, respirando, creando y resistiendo.
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