La nueva Doctrina Trump: Un guion neocolonial para América Latina y el Caribe

La nueva Doctrina Trump: Un guion neocolonial para América Latina y el Caribe

Hace apenas unos días la Casa Blanca publicó su Estrategia de Seguridad Nacional 2025, un documento que, lejos de ser una mera actualización burocrática, constituye una declaración de guerra política, económica e ideológica contra los proyectos soberanos de Nuestra América.

Bajo el rótulo de “América Primero”, el gobierno estadounidense no hace sino reempacar la añeja y agresiva Doctrina Monroe, ahora reforzada con un “Corolario Trump” que promete convertir a nuestro hemisferio en un patio trasero vigilado, militarizado y económicamente subordinado.

Para Cuba, los cubanos y nuestra Revolución, este no es un debate académico ni una amenaza superflua: es la ratificación de una hostilidad que hemos enfrentado por más de seis décadas y que ahora se recrudece con una visión imperial más arrogante y abarcadora.

La lectura del documento –disponible en los portales oficiales de la Casa Blanca– produce una sensación de déjà vu estratégico. Retórica de “fuerza”, “soberanía” y “paz” es utilizada para enmascarar lo esencial: la reafirmación del derecho de Estados Unidos a intervenir, a dictar políticas, a controlar recursos y a definir aliados y enemigos en el continente.

Como bien analiza un artículo en la web Cubadebate, esta estrategia “no es más que la hoja de ruta de un imperialismo en crisis, que intenta recuperar terreno perdido ante el ascenso de un mundo multipolar”.

El capítulo dedicado al Hemisferio Occidental es particularmente elocuente ya que bajo el eufemismo de «reclutar» y «expandir», Washington anuncia su intención de “reconsiderar” su presencia militar en la región, con “despliegues dirigidos” para “derrotar a los cárteles” –incluyendo el “uso de fuerza letal”– y de “establecer o expandir el acceso en ubicaciones estratégicamente importantes”.

La traducción no puede ser más clara: mayor presencia de tropas, bases y operaciones encubiertas, justificadas bajo la guerra contra las drogas y el control migratorio. Una reedición de la Operación Cóndor, pero con tecnología del siglo XXI y un discurso menos vergonzante.

El llamado “Corolario Trump a la Doctrina Monroe” es el núcleo de la amenaza. Declara abiertamente que EE.UU. “negará a competidores extra-hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas o capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales en nuestro Hemisferio”.

¿A qué “competidores” se refiere? El documento es explícito al señalar a China y Rusia, pero el objetivo real son las naciones que osan asociarse con ellos.

Para Cuba, esta es la justificación teórica para intensificar el bloqueo –que ellos llaman “embargo”– y la guerra económica. Nuestra colaboración médica, los proyectos energéticos con Rusia, la inversión china en infraestructura, son pintados como “incursiones hostiles” que deben ser revertidas.

El texto llega a instruir a sus funcionarios para “presionar y ofrecer incentivos a los países socios para proteger nuestro Hemisferio” de la influencia foránea.

Vaya, es la añeja y desaprobada mentalidad del señor feudal que considera a sus vecinos parte de su propiedad.

Venezuela, con las mayores reservas petroleras del mundo, es otro blanco evidente. La estrategia habla de “proteger el acceso a suministros críticos” y “contraer prácticas económicas depredadoras”. En pocas palabras, ello busca impedir que Caracas venda su petróleo a quien desee, y utilizar sanciones y amenazas para estrangular su economía, con el fin último de forzar un cambio de gobierno. Nicaragua, por su parte, es señalada por su alianza estratégica y su firmeza soberana.

Uno de los ejes más peligrosos de la nueva doctrina es su concepto de “seguridad económica”. Bajo el noble objetivo de “reequilibrio comercial” y “cadenas de suministro seguras”, se esconde un plan para recolonizar las economías regionales. El documento promueve “acuerdos comerciales recíprocos” y el uso de aranceles como “herramientas poderosas” para obligar a los países a alinearse.

Como señala otro análisis consultado, esta política busca “frenar la integración sur-sur y obligar a los países latinoamericanos a desmantelar sus lazos con China y Rusia, reconvirtiendo sus economías en proveedoras de materias primas y consumidoras de productos estadounidenses”.

Es el regreso al viejo modelo de dependencia neocolonial, ya que la “reasociación” de cadenas de suministro no es más que una orden para que las empresas abandonen países como México o Brasil si estos mantienen cooperación con los rivales geopolíticos de Washington.

La estrategia no oculta su pánico ante el ascenso de potencias alternativas. Dedica páginas enteras a analizar cómo contrarrestar a China, a quien acusa de “prácticas depredadoras”, y a Rusia, a la que busca aislar. Pero el mensaje para países como Cuba es claro: cualquier alianza con los BRICS será considerada un acto de hostilidad.

El documento lamenta que China haya “fortalecido su control sobre las cadenas de suministro” en países de ingresos bajos y medios, y promete “alinear las acciones de nuestros aliados” para evitar “la dominación por parte de cualquier nación competidora”. Para nuestra Isla, que ha encontrado en la cooperación con China, Rusia y otros miembros de los BRICS un salvavidas frente al asfixiante bloqueo, esto significa que EE.UU. redoblará sus esfuerzos por sabotear estos vínculos. Esperemos más presiones a terceros países, más campañas de difamación y más intentos de asfixia financiera.

Con una ironía que no pasa desapercibida, el documento proclama a Donald Trump como “El Presidente de la Paz”, celebrando la resolución de ocho conflictos en ocho meses. Sin embargo, esta “paz” parece ser la que se impone desde el portaviones y la amenaza económica. La estrategia aboga por un “realismo flexible” que, en la práctica, significa: “o están con nosotros, o están contra nosotros”.

Para los procesos progresistas, esto se traduce en una disyuntiva perversa: abandonar su proyecto soberano y realinearse con Washington a cambio de no ser blancos de agresión, o mantenerse firmes y enfrentar una escalada de hostilidades.

La Revolución Cubana, que ha vivido bajo esta disyuntiva desde 1959, conoce bien el guion. La diferencia ahora es que Washington siente que el tiempo se le escapa ante la consolidación de alternativas desde el Sur Global y otras potencias emergentes, y por eso actúa con mayor desesperación y menor maquillaje diplomático.

La Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Estados Unidos es, en esencia, un manual para intentar revertir la historia. Es el canto del cisne de un imperio que ve cómo su hegemonía unilateral se resquebraja, y responde no con cooperación, sino con más agresión.

Para Cuba, principalmente, pero también para Venezuela o Nicaragua, y todos los pueblos que defienden su derecho a la autodeterminación, el mensaje es reforzar la unidad, la integración regional y los lazos con el Sur Global.

Como bien resume el pensamiento del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro: “Ante las amenazas, solo hay una respuesta posible: más Revolución”. Frente a la nueva ofensiva neomonroísta, nuestra respuesta debe ser más ALBA-TCP, más CELAC, más BRICS, y sobre todo, más conciencia de que la batalla por la soberanía es hoy, más que nunca, la batalla por la supervivencia de nuestros pueblos.

La Doctrina Trump llegó para recordarnos que la independencia no se negocia, se defiende. Y en esa defensa, Cuba no está, ni estará, sola.

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Sobre el autor: Gabriel Torres Rodríguez

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