El paradero de San Antón

San Antón es un pueblito minúsculo y apartado de la geografía matancera. Seguramente pocos yumurinos conocen de su existencia, pues para llegar a ese paraje debes desviarte varios kilómetros de la carretera que comunica a la ciudad de Cárdenas con el Consejo Popular Máximo Gómez.

A pesar de la lejanía, muestra con orgullo la condición de ser de los pioneros en contar con ferrocarril, incluso, muchos antes que la metrópolis española.

En 1842, la Empresa de Ferrocarril Júcaro trazó una línea ferroviaria por el lugar. Durante siglo y medio se escuchó el silbido potente que anunciaba el arribo de las locomotoras de vapor que halaban los vagones de azúcar a los ingenios cercanos de la zona.

De aquellos tiempos solo queda la vieja estación convertida en vivienda. Allí nacieron y crecieron Félix y Guillermo Cárdenas. Dos hermanos que ya frisaban los 80 años cuando les conocí, por allá por el 2015.

En el encuentro, que transcurrió en el mes de marzo, recordaron con nostalgia que por esa línea corrían los trenes abarrotados de caña. Además circulaban otros de pasajeros. La vía comunicaba a San Antón con los municipios Martí y la Ciudad Bandera por el norte, y por el sur con Banagüises y Colón.

Hasta hace poco más de una década, aún transitaban pequeños coches con motores instalados, que nombraban caratas. 

“Después los quitaron también y ahí acabó la historia. Un buen día dejaron de pasar y nunca más escuchamos el sonido de una locomotora”, recordaba Félix, el más desenvuelto de los dos.

En esa visita constaté que nada transitaba sobre la línea desde hacía mucho, dando paso a la hierba que crecía con total libertad entre los polines. La manigua se apoderaba de todo. 

San Antón se convirtió en un poblado con decenas de casitas diseminadas a lo largo de la carretera. Pero la vieja estación se mantiene en pie, descolorida e imponente, con sus grandes columnas que se avistan desde la distancia. En su interior vivían los hermanos Cárdenas. Por la tonalidad de piel de sus habitantes supe por qué la gente empezó a llamar al lugar El Paradero de los Negros.

Me confesaron que mientras la fuerza les acompañó cultivaron la tierra; y que desde hace siete años solo se sentaban a esperar quién sabe qué, a lo mejor hasta si les sorprendía el sonido de un tren, fruto de cierta añoranza que produce espejismos. 

Las generaciones más nuevas olvidarán que contaron con ferrocarril primero que España. Para ser honestos, de poco les servirá saberlo. Sin embargo, El paradero de San Antón —o de los negros, como más se conoce— se erguirá empecinado, como huella de un pasado remoto y de gloria que alguna vez le dio vida al pueblito. Y estas palabras a destiempo servirán de homenaje a los hermanos Cárdenas, aunque quizá ya no se encuentren en nuestro plano terrenal. (Foto: Del Autor)

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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