El paciente de la cama 14

Una noche del presente mes, en vísperas del Día de la Medicina, la noticia de un ingreso me llevó directamente de mi centro de trabajo al hospital Comandante Faustino Pérez. Hice el camino a pie, bajo gotas de lluvia y la frialdad del incipiente invierno. La entrada por el Cuerpo de Guardia me resguardó de esa atmósfera para entrar en otra, de olor característico, pasillos interminables y siluetas impacientes por doquier.

Sorteando laberínticos despistes de piso en piso, logré dar con la sala de Angiología y, tras un rápido ojeo, con el objetivo de mi visita. Me senté a sus pies, uno de ellos vendado por linfangitis, y juntos bromeamos y reflexionamos sobre distintos temas relativamente ajenos a su enfermedad; esa clase de distracción que solo es posible por el optimismo de un paciente entrado en años. La presencia de su compañero más próximo de cama había pasado casi inadvertida para nosotros, hasta que tanto mi esposa como yo mencionamos, al despedirnos, cuestiones relacionadas con la profesión que compartimos.

-Oigan, disculpen un momento… ¿Ustedes trabajan en el periódico Girón? ¿Yo pudiera dejar un mensaje por ahí?

Su voz sonaba suave y persuasiva, como ansiosa por rebasar la barrera, a veces innecesaria, de la timidez. Una colcha cubría la mayor parte de su cuerpo. Solo eran visibles su rostro, con un brillo especial en la inquisitiva mirada, y sus brazos.

La última pregunta nos tomó de improviso, pero ya entrenados en abordajes así de súbitos. Casi siempre por parte de personas deseosas de que el periodista solucione sus problemas cual burócrata, más que analizarlos y visibilizarlos a la palestra pública. De modo que respondimos escudados por la costumbre:

-Así es. ¿Quiere usted presentar alguna queja con respecto a algo…? ¿Alguna denuncia, malas experiencias en el hospital?

Estábamos a punto de hablarle de la columna de Reporte Ciudadano, y las vías de acceso a la redacción que vienen en cualquier edición impresa, pero un gesto entre indulgente y asombrado, alzando los brazos, nos tomó de sorpresa por segunda vez consecutiva en tan escaso tiempo. El paciente de suave voz exclamó:

-¡Ni queja ni denuncia! ¡Un agradecimiento para los médicos!

Esta frase bastó para bajar las defensas de lo publicable o no publicable, automáticamente pasó a ser una curiosidad irrefrenable nuestra sensación hacia aquel hombre; durante su explicación, el emotivo y contagioso entusiasmo ameritaba verse reflejado en líneas. La rudeza de la cotidianidad, así como las duras expectativas ante un contexto tan complejo como es el de convalecer entre muros en un hospital, contrastaron con la pureza de intenciones del individuo.

Mientras hablaba, con sumo cuidado corrió su manta y dejó ver los vendajes que rodeaban su pie derecho.

-Miren, yo hace dos meses que estoy ingresado aquí. Soy diabético, y me salvaron esta pierna cuando estuve a punto de perderla por una herida que me hice. Casi hay que amputármela, pero se preocuparon tanto por mí y batallaron tanto que me la salvaron. ¡De verdad que nuestros médicos son una conquista! Y yo, que solo soy un negro pobre, lo menos que puedo es hacer público mi agradecimiento por lo bien que se han portado conmigo. A nombre de Javier García Montalvo, alias Azuquita, de 49 años, el de la cama 14 de la Sala de Angiología. Yo vivo cerca del periódico, fíjense qué casualidad… ¡Y, además, el Día de la Medicina está a la vuelta de la esquina! Sería bueno… ¿Pudiera hacer llegar mi gratitud por alguna vía?

Las inquietudes del paciente de la cama 14 están, desde ya, resueltas. La noche de diciembre último en que entré al hospital Comandante Faustino Pérez, mitigó mi frialdad el más reconfortante calor humano desde que estreché la mano de Azuquita. Su calor propio, más el transferido por aquellos médicos a los que pidió agradecer mediante Girón.

(Foto: Gisselle Brito)

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2 Comments

  1. Me ha conmovido hasta las lágrimas este reportaje , hasta hace poquísimo fui parte de ese maravilloso equipo de médicos angiologos del hospital Faustino Pérez , ya fui alumna y profesora de algunos y de muchos respectivamente , ya en 25 años de experiencia oí halagos mil , pero en poquísimas ocasiones las han hecho públicas , somos ,porque aun me siento parte del equipo, como hormiguitas trabajando ,trabajando sin importarnos quien nos ve , con solo un objetivo , que nuestros pacientes estén bien , salvar ,curar , reintegrar a la vida cotidiaana a todos los más que podamos, siempre que fuera posible, y si no , enseñarles a vivir con su nueva condición pero vivo. Pero siempre es muy reconfortante saber que hay agradecidos aún a pesar de los pesares , muchas gracias paciente de la cama14 y trabajadores del periódico Giron que hicieron posible que su voz se oyera fuera de las paredes de la sala P del Faustino Perez de matanzas

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