Crónica de domingo: Mil usos del papel periódico

Para que los pomos con refresco de polvito Toki de los niños no se calienten antes de la hora de receso. Para limpiar de las vidrieras las huellas de las palmas de aquellos que se apoyan en ellas para detallar los maniquíes con vestidos de bodas. 

Para que la sangre condensada que se resbala por las javas de nailon —que no son más que bolsas de leche rasgadas por uno de los bordes—, donde se guarda la carne de la casilla, no te manche las manos. Para no pincharte con los ramos de rosas y no tengas que chuparte el dedo y degustes tu propio sabor. Para criticar al último bateador, del último inning, del último juego que se poncha.

Para protegerte de lloviznas, donde sobre el papel cae la lluvia y sobre ti tinta que se desliza por tu cuerpo y, entonces, te imprime en la frente que la cooperativa más cual cumple su plan de hectáreas salvadas de marabú; en tu abdomen, el comentario del último asentamiento israelí en la frontera palestina; en tus muslos el resurgimiento como abuela cariñosa de aquella bailarina de cabaret que se alimenta de las fotos en sepia; en tu espalda, la historia de un grupo de supremacistas blancos en Texas que salen a las calles armados con M16; en tus brazos, el testimonio del último grupo de jóvenes que entran a la Zona Roja. 

Para que tu pantalón aguas claras no se ensucie al sentarse en los quicios polvorientos de las aceras. Para, cuando se pierden los papeles de colores, confeccionar las cadenetas que se enganchan desde una lámpara hasta el mural de la emulación de un Centro Pesquero. 

Para tapiar las ventanas de los carros que se chapistean y, entonces, si entras en el vehículo, te sientas dentro de una máquina del tiempo; no importa hacia donde desvíes la vista porque hallas explosiones de coches bombas de hace 10 años, campañas de vacunación de hace tres; asambleas de rendición de cuentas de hace veinte: el tiempo te rodea, te atrapa, te extravía. 

Para confeccionar piñatas de Papier Maché con la efigie de Spider Man o el Rayo McQueen. Para envolver íntimas que con discreción y aspaviento se ocultan en el fondo de los cubos de basura del baño. Para contestar las quejas de los salideros de todo el mundo, de todos los mundos. Para que las losas del piso no se te embarren cuando te aburriste del color salmón de las paredes de tu cuarto. 

Para cuando te percatas de que desenrollaste el último tramo de papel sanitario. Para rellenar los zapatos que te quedan dos números más grandes. Para completar las copas de los ajustadores. Para aburrirte. Para no aburrirte. Para cuando te sientas solo. Para cuando no te sientas solo. Para buscarle las erratas. Para pasarle por encima con la vista. Para guardarlo como recuerdo. Para leerlo. Para…

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