Archivo Girón: Correa, coincidencia entre la tierra y el arte

Con profundo pesar Jovellanos despide a uno de sus más ilustres hijos. El artesano e ingeniero agrónomo Héctor Correa Almeida falleció hoy en dicho municipio dejando una huella eterna de luz y bien.

Gracias a su visión y su voluntad de transformar el mundo a través del arte, cobraron vida numerosos proyectos y floreció la finca Coincidencia.

Desde el Periódico Girón enviamos nuestras más sentidas condolencias a sus familiares y amigos y retomamos este material que fuera publicado tiempo atrás en nuestras páginas y que revela la voluntad y el espíritu emprendedor de este jovellanense.


A la Finca Coincidencia no puede llegarse con prisa. Sus 23 hectáreas atrapan los minutos y los sentidos en un universo de olores, sonidos abrazados a la paz, texturas que manifiestan el esplendor de la naturaleza cuando es reverenciada por el hombre.

Este fragmento del territorio jovellanense despertó hace 36 años bajo el roce de un ideal compartido por el ingeniero agrónomo Héctor Correa Almeida, usufructuario de la Cooperativa de Créditos y Servicios Nicomedes Nodarse, y su esposa: Odalys de la Caridad Marrero, licenciada en Historia del Arte. El tiempo fue testigo de cómo aquella ilusión crecía a la par del árbol familiar al que le nacieron tres hijos varones, quienes no tardaron en sumarse a esa aventura que supone interpretar ciclos vitales y abrirse caminos resplandecientes entre los surcos y el quehacer artístico.

Y es que quien conoce a Correa, quien tiene la oportunidad de escucharle mientras se adentra en las más de 500 especies de plantas que atesora Coincidencia: los mangos dulcísimos y las especies endémicas de disímiles sitios de Cuba que viajaron junto a él para arraigarse en su suelo, sabe que es imposible desentrañar cuánto arrojo habita en el pensamiento de un agricultor apasionado por la pluralidad de obras y pensamientos.

“A mis nietas les digo que la tierra no ensucia, que es bendita. Somos testigo de cuán pródiga puede ser cuando se está en armonía con ella. Hemos logrado una amplia diversidad al producir lo que consume la familia, quienes nos visitan, como el turismo cultural que frecuentaba nuestro espacio antes de la situación sanitaria impuesta por la COVID-19. Aquí obtenemos por solo citar algunos ejemplos: la leche, frijoles, viandas, hortalizas, condimentos, arroz, frutas; además de desarrollar la cría de cerdos, conejos, y contamos con 12000 cafetos, de ellos el 50 por ciento en producción; además de 120 colmenas.

“Tiene que existir una conexión entre la tierra y el alma. Podemos tratar con mejores prácticas a la naturaleza y para ello la ciencia es vital en el desarrollo de la agroecología. Empleamos materia orgánica, intercalamos cultivos, contamos con biodigestores y tuve el privilegio de estar entre los primeros que incursionó en la producción de microorganismos eficientes”.

Correa echa a volar las palabras y a su alrededor todo queda en silencio. No es preciso cerrar los ojos para ilustrar los recuerdos, basta escuchar su voz que describe a modo de cronista ferviente cómo nació cada una de las esculturas que custodian la finca; o cómo ni estando lejos se apaga el amor por Cuba, o cuán imperdonable resulta no aproximarse a las letras de Martí.

“Jamás he podido separar la agricultura de la propuesta estética. El arte me es necesario, por eso me regocija haber creado un taller de cerámica”- asegura, mientras su hijo Héctor Manuel, de solo 23 años, acaricia el incipiente trozo de barro, introduciendo el brazo en el vientre de la pieza que comienza a erguirse, que se hace más fuerte y hermosa sin abandonar esa fragilidad, ese pacto con la duda que solo quedará saldado cuando, tras abrir las puertas del horno, pueda divisarse la obra deseada, saliendo airosa de su encuentro vivificador con las llamas.

En la finca las labores son tan diversas como los árboles y la comparten también amigos unidos por un mismo empeño. Puede apreciarse la huella del proyecto artesanal familiar, las diferentes ediciones de la bienal Arte del fuego, el paso de artistas de la plástica…

“Si no se enseña a los niños el valor de sembrar estaremos perdidos y habrán más personas que rechacen el sol, el campo. El año pasado realizamos en Colón la exposición SembrArte y levantamos una especie de cantero. Allí colocamos seis tipos de semillas para que los pequeños experimentaran esa sensación. Una niña nos confesó que nunca antes había hecho algo igual y ese día fue la que permaneció por más tiempo sembrando”.

Para Héctor Correa la finca Coincidencia es su mejor “quijotada”. Por eso derriba molinos de escepticismo y su voluntad persigue la estela del poeta libanés Khalil Gibran, seguro de que “cuando se trabaja, se cumple una parte del más remoto sueño de la tierra, una parte que nos fue asignada cuando el sueño nació”.

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Sobre el autor: Lianet Fundora Armas

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